miércoles, 27 de febrero de 2019

Calidad de vida.


“La calidad de vida puede ser definida como la combinación
de la alegría, paz, felicidad y autorrealización” (Friedman, pág. 16).

La calidad es el grado de bondad de las cosas en general.
La calidad de vida designa las condiciones en que vive
una persona que hacen que su existencia sea placentera
y digna de ser vivida, o la llenen de aflicción. Es un concepto
extremadamente subjetivo y muy vinculado a la sociedad en
que el individuo existe y se desarrolla.
En un ambiente rural, sin adelantos técnicos, donde las
personas viven una vida más de acuerdo con la naturaleza
y alejados del progreso, sentirán satisfechas sus necesidades
con menores recursos materiales. En las modernas sociedades
urbanas, un individuo se sentirá insatisfecho y con poca calidad
de vida si no puede acceder a las innovaciones tecnológicas que
lo deja relegado del mundo globalizado y competitivo.

Hay necesidades básicas que hacen a la calidad de vida de toda
persona sin las cuales es indiscutible ese ser humano no goza de
buena calidad de vida, como salud, vivienda, alimentación, trabajo,
educación y descanso. La calidad de vida tiene mucho que ver
con la proporción que guarda la creciente población mundial y la escasez
de los recursos.

Según el Programa de las naciones unidas para el Desarrollo (PNUD) que
propuso un indicador llamado Índice de Desarrollo Humano, las personas
sienten bienestar cuando gozan de un conjunto de elementos que les permiten
vivir en forma positiva, y no aíslan cada elemento en particular, sino que los
sienten en su combinación. Por eso son tres los elementos que este Índice
considera para medir la calidad de vida: el índice de esperanza de vida,
el de educación y el de Producto Bruto interno.

Percepción de la calidad de vida en personas con discapacidad y su relación con la educación.

La necesidad de mejorar, medir y promover la calidad de vida de las personas con discapacidad se ha hecho especialmente visible en los últimos años en el modo en que la investigación psicológica se ha aproximado al colectivo de personas con discapacidad intelectual, actualmente integrado por unas 230.000 personas en España. Recientemente, uno de los manuales de referencia en diagnóstico de salud mental, el DSM-5 (APA, 2013), ha cambiado su forma de “clasificación” de la discapacidad intelectual. Ahora en vez de centrarse en el cociente intelectual, busca determinar la necesidad de apoyos en función de las habilidades adaptativas de las personas. Esto pone de manifiesto la importancia de adoptar nuevas formas de trabajo e investigación que prioricen la mejora en el funcionamiento de la persona con discapacidad intelectual en el entorno que la rodea.








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